viernes, 4 de diciembre de 2015

6. Extraños visitantes (Segunda parte).

Nota: Segunda parte del sexto capítulo del relato, para ir al primer capitulo pulse aquí:  Capítulo 1
Para ir a la primera parte del sexto capítulo pulse aquí: Primera parte

En el momento en que observamos a esos monstruos intentando abrirse paso a través de las paredes, supe que era nuestro fin. Eran demasiados como para que pudiésemos hacerles frente.  Henry también lo pensaba, se lo notaba en la mirada, pero decidió no rendirse. Con una determinación insuperable se limitó a recoger el mayor número de armas posibles mientras me indicaba que hiciese lo mismo.

-No te preocupes Tomek- me decía -son esencialmente criaturas nocturnas. La luz les afecta a los globos oculares así que no tardarán en batirse en retirada en cuanto amanezca. Solo tenemos que controlar las salidas hasta entonces, y todo irá bien. Yo vigilaré la parte delantera, tú ve a la trasera, y no dejes que ninguno de esos jodidos monstruos se atreva a entrar.-.

Obedecí, que remedio me quedaba. Nuestras vidas dependían de ese momento, no tenía tiempo a que mis temores se adueñasen de mi mente. Sin pensarlo muy bien, recogí una escopeta, junto con un par de cuchillos, y me dirigí a la parte posterior de la casa donde me esperaba una sorpresa de lo más desagradable.

Dado que la zona posterior estaba más escondida no me había percatado hasta ese momento, de que algo había sucedido en su interior. La ventana que reinaba en la pared estaba completamente rota, solo se salvaban un puñado de cristales incrustados en su marco, el resto estaban esparcidos por el suelo, mostrando con su presencia, un escenario de lo más dantesco.

Alguien o algo había entrado en el lugar, ¿pero cuándo? ¿Fue durante el tiempo en que mi inconsciencia estuvo presente? ¿O fue en el momento en que escuchamos el intenso ruido que venía del exterior de la casa? Fuera como fuese, algo podía encontrarse entre nosotros, y atacarnos en cualquier momento.


Este hecho cambiaba toda la situación. Creía que estábamos protegidos pero podíamos haber tenido entre nosotros un intruso durante todo este tiempo. Podía ser, incluso, que fuera cierto que alguien estuviese observándome mientras dormitaba en la noche. Esta cabaña en ningún momento fue un lugar seguro para nadie.

Comencé a palidecer. No podía moverme de donde estaba. Tenía la sensación de que si me aventuraba a inspeccionar, me vería sorprendido por las criaturas nocturnas que nos acechaban en las afueras. Debía controlar la situación desde mi posición, y alertar al mismo tiempo, a mi compañero que estaba al otro lado de la casa.

Con una altitud de voz elevada y la mayor de las premuras, alerté a Henry lo ocurrido, sin dejar de vigilar a mí alrededor. Pero mi extraño salvador, como de costumbre, no dio señales de preocupación alguna, simplemente se limitó a decir que esa ventana estaba así desde siempre, se había roto durante una trifulca pasada hacía años, pero como era la parte que daba al lago, no se instauró un nuevo cristal. Las criaturas nunca se aventuraban a meterse en las aguas frondosas del lago, así que era una zona segura.

Un intenso alivio se instaló en mi pecho. No podía creer que sucediendo las cosas que ocurrían en este pueblo, esa ventana no fuese reparada inmediatamente. Era de locos, pero por la información que me había proporcionado, parecía un buen sitio para atrincherarse. Un punto estratégico desde donde defender la cabaña sin el miedo de ser atacado desde un punto ciego. Con cuidado, fui acercándome poco a poco hacia el punto damnificado, para obtener una visión más periférica de la cabaña desde un lugar seguro.

Me situé como pude a espaldas de la ventana con especial cuidado de no rozar con ningún cristal, y me dediqué a vigilar las entradas. Las criaturas arañaban la madera pero no lograban atravesarla.
Podía ser que no lo lograran a tiempo. La luz que se filtraba a través de las ventanas, era la más oscura de las vistas hasta ahora, en esa noche demencial. El amanecer se acercaba, y parecía que nuestros escabrosos amigos lo sabían. Se les notaba nerviosos en sus actos, y sus gritos dejaban entrever la frustración que estaban sintiendo al no alcanzar su objetivo. Aun no comprendía porque la luz les afectaba, pero parecía que Henry tenía razón, estaban apurando sus últimos momentos para darnos caza infructuosamente, sin lograr atravesar los muros que nos separaban.

Podía haber esperanza para nosotros. Solo debíamos esperar unos minutos más. Con la figura de Henry siempre presente delante de mí, me dejé apoyar en el marco acristalado con un suspiro. Mis manos se arañaron superficialmente con sus bordes puntiagudos pero en ese momento me daba igual, estaba lo bastante herido como para que unas gotas de sangre más, me enturbiasen ese momento. Fue entonces cuando sin yo saberlo, el olor de dicha sangre alertó de mi presencia a la más temible criatura vista hasta la fecha.


Todo comenzó con el crujir de la madera tan habitual en estos lugares. Mi zona comenzó a repiquetear con un sonido sordo, en el techo, que se acercaba con premura. Al oírlo, di cuenta de que algo estaba ocurriendo pero no le di importancia. Estos sonidos ocurrían con frecuencia en las casas viejas, y más si una persona estaba apoyado contra sus paredes. Estaba seguro de que debía de ser la consecuencia de mi peso contra la madera, así que con dificultad, volví a incorporarme para evitar más destrozos, pero justo en ese momento, unos brazos salidos del cielo de la ventana, envolvieron mis hombros, e intentaron alzarme del suelo hasta sus dominios desconocidos.

Eso me pilló por sorpresa. Forcejeé mediante gritos e intenté soltarme, pero solo conseguí que la escopeta se resbalase de mis manos, y que la criatura me incrustase sus garras con más fuerza, en mis hombros.

Sentía como con toda su fuerza intentaba ascenderme por el hueco de la ventana. Era incapaz de lograr un punto de apoyo que me diese la opción de ofrecer resistencia, pero entonces, los cristales sobrantes del marco se aferraron a mi espalda y frenaron mi ascenso de una manera abrupta. Un alarido de dolor salió de mi garganta acallando los gritos de Henry que acudía en mi ayuda con premura, dejando la zona delantera desprotegida.

En cuanto llegó a mi posición, intentó hacer resistencia tirando de mis piernas hacia el suelo pero de repente, una de las criaturas surgió de entre las sombras y fue directamente hacia él, haciendo que me soltase en el acto. Las sospechas se confirmaban, no estábamos solos. La presencia que sentí en mi inconsciencia era real. Simplemente estaba esperando el momento óptimo para atacar.

Las manos viscosas que me aferraban aprovecharon la situación y tiraron de mí con más fuerza. La carne comenzaba a desgarrarse entre los cristales, y la sangre comenzaba a empapar mi camisa. Me sentía mareado y desesperado. El dolor nublaba mis sentidos haciéndome incapaz de encontrar una solución a tal asalto. Era imposible librarse de su ataque desde esta posición, y estando en tal estado. Estaba totalmente acabado.

Fue entonces cuando supe que iba a morir. Había burlado a la muerte demasiadas veces en esa noche maldecida, como para tentar a la suerte una vez más. No había nada más que pudiese hacer más que luchar para al menos intentar llevarme a ese monstruo del averno, conmigo.

Ese sentimiento se arraigó en mí de una manera impertérrita. Me parecía la manera más honrosa de morir dadas las circunstancias. Si iba a perder la vida, al menos que fuera luchando con honor.

Con esta gran determinación como meta, y haciendo acopio de mi último aliento, agarré uno de los cuchillos que tenía instalados en mi cinturón y comencé a intentar asestar puñaladas a mi contrincante ciegamente. Algunas fueron erráticas, otras no.
Según le iba asentando el frío acero en su piel, podía sentir como su agonía comenzaba a estar presente. Sus gritos comenzaron a ser más intensos, se movía de forma errática, y sus manos comenzaban a flaquear. Mi ataque estaba funcionando. La bestia se estaba desmoronando ante mi.

Eso no hizo más que acrecentar mi valía, seguí intentando alcanzar a mi captor con todas las fuerzas que me quedaban hasta que sentí la liberación de su agarre, dejando caer mi cuerpo en el suelo negrecido de la cabaña. Había vencido al terror. O al menos de momento. Por fin, libre de todo mal, abracé la inconsciencia con tal agrado que mi sonrisa se vio reflejada por los primeros rayos de sol, sin preocuparme por lo que me depararía el día venidero.

Eso es todo por hoy, si por casualidad encuentran rastros de sangre en la ciudad, por favor, manténganse alerta y sean cuidadosos. Nunca se sabe lo que le puede esperar a uno al final del camino de la curiosidad.
Con afecto.
Tomek Sikorski

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