Nota: Veintidosavo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí: Capítulo 1
Al terminar nuestra conversación el señor Larson hizo acopio
de su liderazgo llamando a sus secuaces situados en la habitación contigua, para
efectuar mi traslado inmediato. – “Muy bien, muchachos. Ya he terminado con
Tomek. Desatadle, y llevadle a la habitación del ala oeste. Quiero que haya
alguien siempre disponible por los alrededores para que no le falte de nada. Yo
mismo informaré a Hyter de que inicie el protocolo. En cuanto él regrese al
laboratorio ya os explicará el procedimiento a seguir, ¿de acuerdo?”- Tras sus
palabras todos asintieron al unísono, y procedieron a liberarme de las ataduras
en silencio, bajo su atenta mirada. Sin cuestionar ni un solo punto de su
petición. Yo por mi parte, esperé pacientemente a que terminasen para poder
levantarme de esa silla en la que parecía que llevaba una eternidad, y mirar
como el alcalde aprovechaba la situación para venir hacia mi persona con la
mano extendida como símbolo de fraternidad. – “Ha sido un placer llegar a un trato
contigo, Tomek. En cuanto vea a mi hijo le informaré de todo para que no se
preocupe por ti. Espero que lo comprenda y, ahora que estás tú también metido
en ello, colabore un poco más por el bien de todos”-.
En el momento en que me nombró a Cameron comencé a pensar en
la idea que tendría el muchacho sobre todo este asunto. Con todo este lío ni me
lo había planteado, pero a decir verdad era lógico que pudiese negarse a la
oferta de su padre, teniendo en cuenta que le trataba de demente. Tan solo
quedaba esperar que fuese lo suficientemente astuto como para darse cuenta de
que yo no me daría por vencido tan a la ligera, y supiera actuar de una forma
algo precavida al menos, para poder lograr salir de esta los dos juntos. Todo
quedaba ahora en sus manos, por lo que sin nada que pudiese hacer más que darle
un voto de confianza a mi joven amigo. Seguí con mi estrategia planeada, y
estreché la mano cordialmente, al hombre que me la ofrecía en estos momentos,
diciendo. – “Yo también lo espero señor Larson.”. Como acto definitivo de mi
implicación en este arduo plan de huida.
En cuanto me dieron todas las comodidades para vivir, los
esbirros de Larson desaparecieron dejándome unos días en aislamiento por
órdenes de Hyter, para poder limpiar cualquier toxina que hubiese ingerido en
los anteriores días, y así estar más clínicamente limpio para realizarme los
experimentos pertinentes. Estaba totalmente desconectado de la realidad,
encerrado conmigo mismo en esa amplia estancia. Tan solo disfrutaba de un breve
contacto humano en el intervalo de las comidas, donde depositaban mi alimento en la
mesa correspondiente, y se iban sin decir una palabra. Por lo que si deseaba
compañía, debía hablar conmigo mismo para hacer más ameno el pasar de las
horas.
Si soy sincero, en un principio la soledad me abrumaba un
poco. Acostumbrado a convivir con tanta gente durante estos meses, me pareció
un cambio de lo más radical al que tardaría en acostumbrarme. Pero una vez
hecho a la única presencia de mi misma compañía, el agobio pareció relajarse en
la estancia donde me habían instalado.
Al poco tiempo de mi conformismo, me aventuré a elaborar un
plan conductual a través de la información que procesaba en mi mente, para
conseguir huir de este lugar con el chico sin que nos fuese la vida en ello. Esta
ardua tarea se había convertido en mi obsesión por así decirlo, absorbiendo
casi todo el estado vigílico del que disponía. Como buen escritor necesitaba
apuntar todo aquello que se pasaba por mi mente para lograr recolectarlo
posteriormente con las demás ideas inconexas expuestas con anterioridad, pero
como no podía arriesgarme a que me descubrieran gracias a mis notas. Me aseguré
de repetir paso por paso en mi cabeza todas aquellas ideas, disparatadas o no,
que se cruzaban en mi camino para tenerlo todo presente una vez que pudiese
abandonar este cubículo en pos de la libertad. Por eso, cuando al quinto día de
encierro, Hyter apareció por la puerta con su habitual calma forzada, se
extrañó de sobremanera porque yo estuviese más encerrado en mi propio mundo,
que desesperado por salir de ese lugar. – “Buenos días, señor Sikorski. Parece
ser que nuestros caminos vuelven a entrelazarse. Qué maravilla. Dígame, ¿cómo
se encuentra después de que le hayamos mantenido en cautiverio durante tanto
tiempo?”-. Hyter hablaba más para sí que por interés real en mí estado de
ánimo. Con su carpeta en la mano, y ojeando algunos de sus apuntes, se acercó
hasta mi posición sin parecer si quiera atento a mi respuesta pertinente. –
“Estoy bien, gracias por preocuparse. ¿Empezaremos por fin hoy con el
tratamiento estipulado? Según mis cálculos ya llevo casi una semana en esta
habitación, y ni si quiera me han dicho que van a hacerme. Ya creía que habían
cambiado de parecer en este tiempo colmado de vacío.”- Mi pregunta sonó con un
atisbo de resentimiento para mis adentros pero no me importó. Ese ser había
sido el causante de casi todas las desgracias de mi vida, y no podía tratarle
mejor de lo que le estaba tratando en estos momentos. Si le daba un trato
cordial era simplemente por ver si podía sonsacarle algo del mundo exterior.
Pero tal revelación no sucedió para mi desgracia, pues como quien escucha
despreocupadamente el sonido de la lluvia, Hyter me contestó vagamente a mis
palabras sin dejar de despegar los ojos del papel. – “Si, señor Sikoski. Ha
acertado. Hoy comenzamos con el tratamiento. ¿Está nervioso por el
acontecimiento, o simplemente tengo que pedir que le dejen de dar café en el
desayuno para eliminar ese nerviosismo que le ha entrado?”- Por fin me miraba,
y lo hacía de un modo en el que me indicaba que sospechaba de mi
comportamiento. Había procurado ser lo más plano posible, pero el deseo de
comenzar con mi plan debía haber alertado los sentidos de Hyter que esperaba
pacientemente una explicación a mi estado de ánimo. Sabía que ese ser, aparte
de ser un bruto, era una de las personas más inteligentes que albergaba
Dunwich, así que si quería ser convincente debía normalizar la situación para
que dejase las sospechas a un lado, escudándome en lo que mayormente podía
excusar, para salir del paso en esta incertidumbre alcanzada. – “Se equivoca. No
estoy nervioso por ningún motivo en concreto, simplemente llevo demasiados días
encerrado y el humor se me altera. Como médico debería haberse dado cuenta de
que algo del estilo podría haberme pasado”-. Me quedé expectante a su respuesta,
pero esta nunca llegaría. Al menos de la forma concreta que yo esperaba. Pues
con un simple – “Me doy cuenta de muchas cosas, señor Sikorski. Más de las que
usted se cree”- me despachó, y me pidió que le acompañase a la sala donde el
pobre campesino había sido torturado por estas duras almas que servían los
designios del diablo.
Acepté su decisión, y me encaminé hacia el lugar esperado, sin
atadura alguna por los estrechos pasillos, siguiendo la guía de Hyter que iba
en cabeza dándome la espalda, totalmente despreocupado de que pudiese atacarle
en esos momentos. Pensé sinceramente en golpearle aprovechando la ocasión, para
eliminar de su mente esa fanfarronería que le caracterizaba al creer que
simplemente, no representaba peligro alguno para su bienestar físico. Pero sabía
que si lo realizaba, todo mi trabajo habría sido en vano. Si quería seguir con
mi plan, debía resignarme y seguirle en su camino hasta que una oportunidad más
propicia se me presentase, para no perder de vista el objetivo principal por el
cual estaba encerrado por mi propia voluntad. Así que sin más, continuamos por
la recta línea que dibujaban las paredes hasta girar a la izquierda al final de
las mismas, donde, al llegar a la entrada de la habitación, Hyter retrocedió, y
me cedió el paso para cerrar con llave tras mis espaldas, mientras yo me
quedaba estupefacto al visualizar en primera instancia, semejante lugar. Jamás
me hubiera imaginado que me llevaría a un sitio como este para realizar los
estudios necesarios que conllevaban a la curación de Cameron. Todo estaba
sucio, lleno de sangre, con ganchos y demás instrumentos de tortura dispuestos
por la sala. El tal Charles ya no estaba, pero las cuerdas que habían utilizado
para atarle y traerle hasta aquí en nuestro encuentro fortuito en el bosque,
aún reposaban en la mesa de la habitación. Las reconocí de inmediato porque
fueron las mismas que emplearon para atarme a mí a la silla. Aunque las mías
estaban limpias, y no llenas de sangre como se encontraban estas en casi su
totalidad. Al verlas temí lo peor por aquel pobre hombre, y por mi propia
seguridad. Mientras estaba encerrado no volví a oírlo en ningún momento, por lo
que pensé que lo habían dejado en libertad después de todo el calvario que le
hicieron pasar, pero después de ver el resultado de esta sala, dudaba de que
cualquier hombre pudiese salir con vida después de haber perdido tanta sangre.
Al quedarme sin habla por la impresión que me había
producido la escena, Hyter me pidió que reposase en una silla dispuesta en
medio de la sala donde podía contemplar todo el horror que mostraba la
habitación. No entendía por qué me sentaba en ese estrecho inmueble si no era
para fines nada sanitarios así que, temiendo el mismo destino que aquel
desconsolado hombre, me aventuré a preguntarle por mi papel en todo este
designio. - ¿De verdad esta es la sala donde me van a realizar los análisis? Sinceramente
no me parece la más adecuada para proceder a un examen exhaustivo, doctor
Hyter.”-. Observé mí alrededor mientras exponía los hechos para tener una
perspectiva más determinante de lo que realmente era ese lugar. – “Al decirme
que me harían unos análisis me imaginaba que se realizarían en una sala
habilitada para ello, no en lo que parece una sala de tortura”- Mis palabras
expusieron completamente mis pensamientos sobre esa extraña habitación. Sus
inmuebles, y sus numerosos objetos peligrosos no dejaban lugar a dudas sobre
los ritos que se producían en ese lugar. Hyter por su parte, se dedicó a
apremiarme para que tomase asiento, y una vez cumplido su objetivo, recogió una
carpeta que tenía encima de una pila de documentos colocados en una mesa a la
vista de todo el mundo, y me hizo una declaración para nada alentadora del
panorama que se nos presentaba. – “¿Así que se esperaba algo diferente a lo que
está teniendo, señor Sikorski? ¿La estancia no es lo suficientemente agradable
para su comodidad? Por favor, no me haga reír. Agradezca que le mantengamos con
una vida saludable el tiempo suficiente que dure esta farsa, hasta que le
llegue el merecido regalo de la muerte. Muy bien, empecemos”-. En ese momento
Hyter comenzó a sacar láminas de papel dibujadas de la carpeta mientras yo aún
seguía procesando sus declaraciones. – “Espere un momento, ¿qué quiere decir
con eso de una farsa? El señor Larson me prometió que si ayudaba a su hijo
podría irme de aquí, así que aunque no le guste esta situación, va a tener que
soportarlo, del mismo modo que yo intento soportar el tenerle delante después
de todo lo que ha hecho, mal nacido”-. Hyter frenó en seco su actividad, y me
miró tras esos óculos que parecían hacerle más frío todavía. Sin mediar
palabra, recogió una silla y se sentó en ella para establecerse en mi campo de
visión, y continuó con la explicación. – “¿De verdad cree que es usted que
después de todo esto va a salir de aquí por su propio pie, y con un almuerzo
para el camino? Le creía más perspicaz, señor Sikorski. Esto es solo una treta
para explicarle a Larson que su hijo no tiene curación. Como médico del
sanatorio, se lo he dicho ya por activa y por pasiva, pero parece que ser que
el alcalde no quiere atender a razones. Está obcecado pensando que podremos
sacar algo de su perturbada cabecita, para poder curar al lastre de su hijo,
que solo hace más que molestarnos en nuestra causa. Por eso sigue usted con
vida señor Sikorski. No han sido ni sus amigos, ni usted mismo como bien ha
expuesto en más de una ocasión. Ha sido porque para una persona importante
usted es falsamente valioso, y esa misma importancia no nos deja hacer el
trabajo a los demás que si estamos realmente cualificados para dictaminar el
juicio de la demencia. ¿O se creía usted que le mantenía con vida por vicio?
Está claro que en este asunto, por más que tenga el conocimiento y la razón
necesarios para hacer un diagnóstico, estoy atado de pies y manos ante una
autoridad mayor, que por desgracia para mí, es más inepto y pasional que yo.
Por desgracia no me queda más remedio que acatar sus órdenes por mucho que me
desagrade la idea, ya que es mi superior, pero créame, que aunque me observe
realizarle todas las pruebas pertinentes que he dictaminado para su examen
médico, jamás permitiré que abandone este lugar. Me aseguraré personalmente de
que tenga una larga vida agónica, pudriéndose en este lugar”-.
Continuará…
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