viernes, 11 de diciembre de 2015

7. Sanatorio de Dunwich (Primera parte).

Nota: Séptimo capítulo del relato, para ir al primero pulse aquí:  Capítulo 1

Me desperté en una fría y blanca habitación de hospital. Unas cuantas vendas cubrían mi cuerpo, y una especie de gotero colgaba del techo hasta mi brazo izquierdo. Había sobrevivido y aun no sabía cómo. En cuanto la bestia me soltó creí entrar en los mortuorios brazos de la muerte. Sin embargo, aquí me encuentro, entre tratados médicos y respirando sin mucha dificultad. Si esto no es un milagro, ha faltado poco para que lo fuese.

Me sentía agotado. Tenía un dolor de cabeza inmenso y las articulaciones agarrotadas. Probé a incorporarme a ver si así me descongestionaba un poco, pero una especie de correas atadas a mis extremidades me lo impedían. Era de lo más extraño, si apenas podía moverme ¿para qué iban a atarme? Con una serie de movimientos de muñeca intenté zafarme de ellas pero me fue imposible, quien quiera que las hubiese ajustado, lo había hecho bien. No era capaz de librarme de ellas por más fuerza que hiciese. Lo único que conseguía era rasgarme la piel sujetada por el cuero, así que resignado, abandoné dicha idea, y me dispuse a buscar nuevas vías menos dañinas de autoliberación.


Una especie de enfermera vino a visitarme a la media hora. Yo seguía en uno de mis intentos por zafarme de mis ataduras pero no pareció importarle. Con un vistazo rápido a mis heridas me sugirió que parase de autodañarme de esa manera o no me soltarían nunca, así que ante la perspectiva del castigo, dejé mis vanos esfuerzos por liberarme y le pregunté cuando podían soltarme para poder estar más cómodo, pero no supo darme una respuesta concreta, simplemente me dijo que esas cosas eran competencia del doctor Hyter. Le insistí en que al menos me dijera el por qué me habían atado de esa manera, y lo más importante, quien me había llevado hacia este especie de sanatorio desde la cabaña en la que me encontraba, pero rehusó nuevamente, de contestarme. De mala gana, como si le desagradase la conversación, me reiteró que ella no tenía autoridad para responder a ninguna de mis preguntas, solo se encontraba allí para atender mis cuidados más básicos.
Por su actitud esquiva y arrogante, supe de inmediato que no iba a contarme nada que quisiera saber, así que no tuve más remedio que abandonar el interrogatorio y aguardar la llegada del médico en silencio, mientras ella me aplicaba los cuidados necesarios.


El médico en cuestión, apareció por mi habitación unos minutos después, con paso tranquilo y una carpeta en la mano. Era bastante alto y de complexión claramente atlética. Me extrañó que una persona de esa complexión se dedicase al mundo de la medicina, pero dadas las circunstancias excepcionales de este pueblo, no me sorprendía que gente como él dedicara un tiempo al entrenamiento físico, para defenderse de la maldad que acechaba al pueblo, si se diese el caso.

Con un ademán sombrío me observó con cautela desde la puerta mientras se ajustaba las gafas, y se acercó a mi camastro. Parecía algo ido, como si no estuviese observando a un paciente sino lo que podría haber detrás de él. Estaba claramente incomodo, con una sonrisa forzosa, se sentó en una silla a mi lado dispuesto a tomar notas de mi estado. -”Buenos días señor Sikorski, dígame, ¿cómo se encuentra? Según el informe del médico de guardia tiene usted numerosas contusiones en diversas partes del cuerpo, incluyendo la zona occipital y frontal de la cabeza, dos costillas rotas, numerosas contusiones...- acabó de echar un vistazo rápido a los papeles que tenía entre sus manos y con un golpe rápido, cerró la carpeta, y se centró en mi persona.- “Por lo que veo no ha pasado una noche tranquila ¿Podría hacerme el favor de contarme que le ha ocurrido para acabar en este estado?”.

A cada gesto que hacía me desconcertaba más si cabía, creía que me examinaría como sería lo habitual, no que se pusiese a charlar conmigo como haría un simple visitante. Esto empezaba a ser de lo más extraño, ¿qué era lo que le ocurría a esta gente? Confundido, relaté todo lo sucedido, buscando las palabras más acertadas para explicarme con claridad. Lo ocurrido durante el ataque a la ciudad, mi seguimiento de los rastros de sangré en el bosque, el ataque de las criaturas nocturnas, mi huida infructuosa que acabó en una caída peligrosa. La cabaña de Henry...

En el momento que mencioné su nombre caí en la cuenta de que él también había sido atacado a última hora de la noche. ¿Se encontraría bien? ¿Habría perdido la vida a manos de esa horrible criatura?. Con un ademán de dolor debido al movimiento brusco efectuado por la sorpresa, corté mi declaración para preguntarle al doctor Hyter por mi amigo, pero en lugar de una respuesta me explicó que me contaría todo lo ocurrido con mi amigo cuando terminase de hablar, así que me apresuré a contar el final de mi rocambolesca historia para que él comenzase a darme respuestas.

En el momento en que finalicé mi relato el doctor despegó los ojos de mi, y se tomó su tiempo en tomar alguna nota de sus observaciones. Esperé pacientemente, necesitaba respuestas pero también sabía que sería inútil insistirle más. Al fin, cuando terminó su trabajo, me observó con aire taciturno, y por fin comenzó a hablar. - “Bueno señor Sikorski, me alegro de que al menos su mente se encuentre tan despierta como para relatar toda esa serie de acontecimientos, sin titubear si quiera.”- hizo un ligero ademán escéptico con la cabeza y prosiguió- “respondiendo a su pregunta, el señor Jameson se encuentra estable, en una condición física similar a la suya, en la segunda planta del sanatorio”- señaló con su bolígrafo hacia el techo para indicarme su ubicación, y prosiguió- “Esta vez han tenido suerte señor Sikorski, los empleados de vigilancia les encontraron en un estado más que deplorable. De no ser porque les aplicaron los cuidados médicos correspondientes a tiempo, habrían perdido sus vidas. Debería darles las gracias en cuanto los vea de nuevo”.- Afirmé rotundamente ante sus palabras -”Tiene usted razón doctor Hyter. Esas personas han estado ahí afuera jugándose la vida ante esas terribles criaturas para rescatarnos del destino de la muerte. Merecen todos mis respetos”.- Mi convicción pareció decepcionar sus expectativas, pues en cuanto terminé de hablar, el doctor negó visiblemente ante mis palabras, y con un tono derrotista expuso algo que cambiaría mi mundo para siempre.

 - “Señor Sikorski, por favor, no me haga repetírselo más veces. Esas extrañas criaturas de las que habla, no existen. Solo están en su cabeza, al igual que el resto de las aventuras que nos relata cada día”.

Continuará...
Siguiente capítulo

No hay comentarios:

Publicar un comentario