viernes, 19 de febrero de 2016

11. Ansiando el alba. (Primera parte)

Nota: Undécimo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1

Mi confinamiento obligado hizo que pasase los siguientes días en la cabaña con Peep preparando la ajetreada trama que se daría lugar en la víspera de año nuevo. Este me ayudaba en todo lo que podía para que el plan resultase propicio, y me daba un buen cobijo a costa de que estuviese lo más integrado posible. Era un gran hombre, de eso no cabía duda, pero a pesar de todas sus molestias, la convivencia en la cabaña resultó más difícil de lo que creía que sería en un principio ya que, entre mi apesadumbrado ánimo dado porque no veía salida ante la fatal perspectiva de quedarme encerrado en este maldito pueblo indefinidamente, y sus manías con la limpieza, no daba un paso sin que me estuviera recriminando en algún aspecto, mi torpeza a la hora de utilizar cualquier utensilio de la vivienda. Resultaba increíble lo maniático que podía llegar a ser respecto a las cosas más triviales, aunque a decir verdad, visto desde una perspectiva más local, su comportamiento podría resultar bastante útil, dado el mundo sumamente caótico en el que vivía.


El resto del equipo intentó por todos los medios, estar el mayor tiempo posible con nosotros. Henry y Jason se pasaban varias veces al día para ponernos al corriente de como iban moldeando nuestro plan. En un principio, les ofrecí mi ayuda para poder contribuir al menos un poco con el desarrollo de la acción, y también en parte, para poder librarme de las incesantes preguntas de Peep acerca de mi vida privada, pero estos la rechazaron por temor a que los testaferros estuviesen cerca, y aprovechasen el momento para darme caza en un descuido. Así que básicamente, me resignaba a escuchar sus historias en la seguridad de la cabaña, aportando alguna idea que fuese beneficiosa para mejorar la situación.

Magda por su parte, también se dejó ver un par de veces por estos lares para aprovisionarnos de víveres y sustentos varios. Se veía que su relación con Peep no era la más óptima, pero siempre hacía un esfuerzo a la hora de facilitarle la información que requerían sus preguntas lo más detalladamente posible, por el bien de todos sin mostrar el evidente desagrado que le resultaba ponerse a chismorrear sobre las personas del pueblo estando en una situación tan complicada. Viéndolos conversar, llegaba a pasar verdadera lástima por mi casera. Había pasado lo suficiente al lado de aquel hombre como para saber con conocimiento de causa, lo intensamente sagaz que podía ser respecto a esta clase de cuestiones. En unos días que llevaba con él, ya sabía más de mi vida en general, que todos los habitantes de este pueblo juntos. Era soberbio ver como se acordaba del más mínimo de los detalles en cualquier ocasión, y como actuaba a consecuencia de ello en el trato hacia mi persona. Era un don, supongo, a su manera, que le hacía parecer el más locuaz de los cazadores sin duda alguna.

Entre todos los preparativos y estrategias, el día señalado llegó primero de lo previsto. En un abrir y cerrar de ojos ya estábamos a treinta y uno, y yo aun me encontraba a salvo gracias a mis defensores. Solo necesitábamos superar un día más para que toda esta pesadilla acabase. Parecía hasta sencillo, visto en la perspectiva de los acontecimientos anteriores. Sin embargo, una vez llegada la mañana, el peso del destino hacía estragos en mi estado de ánimo, mientras me preguntaba una y otra vez de manera obsesiva, si todo saldría como era debido. Además, como si la propia tragedia de mi captura no fuese suficiente, un frente torrencial azotaba nuestras tierras en este día tan fatídico. Durante horas, una intensa lluvia, seguida de un recio viento frontal, empapaba todos nuestros rincones, dificultando con ello, la misión expuesta para hoy. Estaba aterrado solo de pensar que además de tener que huir de nuestros captores, íbamos a encontrarnos con un terreno resbaladizo, y una visión reducida en el camino. Esperaba al menos que para ellos, la borrasca fuese tan negativa como para nosotros.


Sin perder de vista el tiempo, pasamos la mayor parte del día sin incidencias, preparando todo lo posible para que el plan trazado fuese exitoso al cabo de unas horas. Todos pusimos nuestro granito de arena para agilizar el asunto y acabar cuanto antes todos los preparativos. Por lo que, a la hora de almorzar ya estábamos reunidos al rededor de la mesa discutiendo la cuestión. El primero en abordar directamente el tema fue Henry, que expuso lacónicamente unas palabras para darnos el aviso de que era el momento de prepararnos para lo que se nos venía encima, haciendo caso omiso al temporal que golpeaba nuestras ventanas mientras hablaba. - “Bueno chicos, ha llegado la hora, en cuanto vislumbremos el devenir de la oscuridad de la noche, nos pondremos en marcha, así que para cuando el sol decaiga debemos estar preparados”-. Su cara aunque pretendía parecer relajada, mostraba una tensión difícil de ocultar. Sabía tan bien como yo, que esta noche había mucho en juego, y no solo mi vida. Todos estaban en peligro de alguna u otra manera. Si una sola cosa saliera mal, podría resultar fatal para muchos de nosotros.

Peep aprovechó sus palabras para ir dándonos a cada uno, un arma de fuego completamente pulida y lista para la acción. En estos días había practicado algo de tiro, pero aun no me había acostumbrado al peso muerto de dicho objeto mortal, así que con gesto incómodo, recogí lo que se me daba, y la guardé en mi cinturón procurando no pensar mucho en lo que llevaba encima. Cuando el último de nosotros, en este caso Jason, recogió su revolver sin mucha preocupación, Peep se sentó al lado de Henry argumentando algo que en cierta medida ya sabíamos todos. - “Por lo que he oído los testaferros están histéricos, no contaban con que les tomásemos la delantera afincando a Tomek unos días atrás en la cabaña. Fue un movimiento arriesgado por nuestra parte, pero creo que mereció la pena. Ahora ellos van contrarreloj, y nosotros solo tenemos que aguantar unas horas hasta la salida del alba. Lo tenemos ganado.”- El optimismo de Peep parecía no contagiarse en esa mesa a cuatro bandas. El resto del grupo, incluida mi persona, estábamos realmente apesadumbrados temiendo lo que se nos venía encima. Incluso Jason que en estos casos era un gran hombre de hielo con nervios de acero, se le veía claramente saturado ante la situación. Se encontraba en una esquina, un tanto aislado de todos, y todo cuanto le rodeaba. Sin embargo, al escuchar las palabras que el bueno de Peep había pronunciado, se molestó en dejar a un lado su confinamiento interior, para bajar a Peep a la realidad, como tantas veces lo había visto ya con todos nosotros, en el pasado. - “No te entusiasmes tanto viejo, que lo peor está por llegar. Sobretodo después de que se piensen que tenemos información venida desde dentro, gracias a tu astuta idea de esconderlo aquí, teniendo en cuenta que solo ellos sabían dicho plan de captura. Muy sutil, si señor”- Se le veía claramente cabreado, pero sus palabras tenían sentido. Con todo lo de mi encierro y demás, no llegué a pensar que el encubrirme, había destapado la baza del espía que tienen entre sus filas. Esperaba con fervor, que ese hombre no estuviera teniendo problemas por mi culpa.

Como si todos estuviésemos pensando lo mismo, Henry, con su vaso de licor en la mano, señaló en la dirección de Jason para hacerse notar exponiendo las siguientes palabras. - “No seas tan negativo, Jason. Sabemos que Cam no es el primero en la lista de Hyter, en cuanto a traidores que se diga. Ese hombre está paranoico con tu querido hermano Jack, así que de ser acusado alguien, será él, no nuestro chico. Además, siempre se puede pensar que lo averiguamos por nuestra cuenta sin implicar a nadie. No es tan difícil pensar que, después de todo lo ocurrido, la victima más propicia para el día treinta y uno es Tomek”- Henry inclinó la cabeza en mi dirección, despertando con ello la tensión nerviosa que yacía aletargada en mi cuerpo en forma de estado de alerta. Era cierto que me había preparado para esta situación en cierta medida, pero aun me costaba acostumbrarme a que expusiesen sin el menor reparo, que era una víctima potencial para esos lunáticos. Así que, para no complicar más las cosas con mi nerviosismo agazapado en las sombras de mis entrañas, asentí vagamente para expresar mi conformidad hacia sus palabras esperando que con dicho gesto quedase zanjado el tema.

La charla continuó su curso sin mayor mención hasta las cinco de la tarde. En ese momento, como si de un reloj se tratase. Peep se levantó y comenzó a prepararse para la partida. Él debía salir con anterioridad, para ir a recoger a Magda, y comenzar a cercar el pueblo antes que las bestias saliesen de su escondrijo. - “Bueno caballeros, ha sido un placer estar este rato con ustedes pero yo he de irme ya. No dejéis que esos maniáticos os den caza o tendré que ponerme serio con ellos.”- Con un ademán amistoso Peep se despidió de todos nosotros generalizadamente, y en especial se acercó a mi silla donde con un golpeteo en mi hombro, me quiso infundir el ánimo que me faltaba en esos momentos. - “Mucha suerte, muchacho. Que no se diga que los del este no tenéis agallas. ¡Hazles saber lo que vales!”-. Le agradecí sus palabras deseándole lo mejor de todo corazón. Aquel hombre podría ser un maniático husmeador, pero era una de las personas que mejor me había tratado hasta la fecha, por lo que esperaba de toda buena fe, que saliera de esta sin el menor rasguño.


Volvió a apretarme el hombro en forma de despedida, con una sonrisa sincera en la cara, y sin más se fue, dejando un ambiente de pesadumbre a sus espaldas. Estábamos en la recta final de la espera y todos notábamos la pesada congoja aflorar en nuestros corazones. El silencio era tal, que el ruido de la tormenta reinaba en el ambiente, y yo pensaba que de continuar así, iba a matarme primero la espera que mis enemigos. Así que, sin pensármelo muy bien, lancé al aire la pregunta que llevaba rondándome toda la tarde y que de no estar en esta situación tan complicada, la hubiera expuesto de inmediato. Me giré hacia su posición, llevaba todo el día apartado en un rincón sin hacernos el menor caso la mayor parte del tiempo. Se le veía que estaba pasando por un mal momento, aunque seguramente, el lo negase si se lo preguntásemos directamente. Él era de esa forma de ser, y había que ser consecuentes con ello, pero lo que realmente me preocupaba no era eso, sino la pregunta que le formulé a continuación. - “Oye Jason, se que no es el momento oportuno para hacerte esta pregunta, pero como siempre habláis de él, tengo una curiosidad tremenda acerca de tu...”- Justo en el momento en que la última palabra iba a salir de mi boca, el susodicho en cuestión desencajó su sereno rostro ante la sorpresa, y se levantó de su asiento derribando tras de sí la silla a sus espaldas, expresando un pánico que jamás había visto en él. Por un instante, me creí culpable de su desmesurada reacción, pero en cuanto el susodicho señaló hacia la ventana, exponiendo las palabras - “¡Henry! ¡En la ventana! ¡Mira hacia la ventana!”- Me di cuenta de que nada tenía que ver conmigo. Así que, reaccionando a sus palabras, Henry y yo nos dimos la vuelta para contemplar el horror que se estaba produciendo a las afueras de la cabaña. Una criatura anormalmente distinta a las anteriores, surgía del lago colindante al cobertizo, lentamente, bajo un manto de turbio lodo hacia nuestra dirección, dejándonos atónitos ante el inesperado infortunio que se nos presentaba amenazante hacia nuestras almas.
Continuará...
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