sábado, 5 de marzo de 2016

12. La desesperanza de lo acontecido.

Nota: Duodécimo capítulo del relato, para ir al primer capítulo pulse aquí:  Capítulo 1

Me desperté en una oscura habitación con los iluminadores rayos de la mañana que se filtraban por la rendija entreabierta de una contraventana. No tenía ni la más remota idea de donde me encontraba, ni de que había pasado, pero parecía ser que el destino volvía a librarme de la muerte una vez más.

Con cautela, descendí la mirada para observar la venda que cubría mi pecho. Parece ser que alguien se había tomado las molestias de extraerme la bala, y sanar mis heridas, puesto que no era la única cura que había encontrado en mi escaneo personal. La noche me había pasado más factura de lo que me creía en un principio, pero al menos podía notar como esta vez no había daños de absoluta gravedad, en el resto de mi cuerpo, que tan solo cubrían algunos rasguños con ligeros parches de tela. Me preguntaba si alguno de mis amigos habría tenido algo que ver con esto. Al fin y al cabo, estaba sano y salvo, en una cama confortable a la espera de despertar naturalmente. No creía que mis captores fuesen a ser tan benévolos conmigo después, especialmente, de ver como me habían tratado en el pasado. Así que, después de comprobar en totalidad mi estado, decidí levantarme para inspeccionar el lugar, y buscar alguna pista acerca de mi salvador. Tenía intención de enterarme cuanto antes de lo ocurrido, y de tomar cartas en el asunto si fuese necesario. Ahora era uno de ellos, y por ello debía actuar como tal.

Busqué un punto de apoyo para facilitarme el levantamiento, y comencé a incorporarme. El pecho me se quejaba de mi posición pero era un dolor soportable. Poco a poco fui subiendo hasta que me detuve abruptamente, a causa de un nuevo acontecimiento. Dos voces lejanas, me alertaron de que alguien se acercaba a mi lecho. En silencio, y sin moverme de mi posición, agudicé el oído para poder saber de quien se trataba. - “Te digo que tenerlo así es peligroso. Deberíamos cargárnoslo y acabar con esto de una puñetera vez”-. Una voz más que familiar retumbó al otro lado de la puerta. Era Jason, o no. No sabía muy bien que esperarme después de haber conocido a su hermano Jack. Me parecía una locura que Jason dijese esas palabras, pero también me lo parecía estar en manos de los testaferros de esa manera tan confortable. Por lo que, curándome en salud, abandoné la idea de ir en su búsqueda, y regresé a mi posición original haciéndome el dormido para poder ganar tiempo antes de arriesgarme a ser descubierto por la persona equivocada.

Bajé de nuevo mi cuerpo con premura, hacia una posición horizontal, y en el momento en que cerré voluntariamente los párpados, la puerta de mi cuarto rechinó ante su abertura, trayendo tras de sí, múltiples ruidos de pisadas que irrumpían en ella, haciéndome saber que el gemelo de turno, no estaba solo. - “Y yo te digo que es una estupidez. Ya la cagaste disparándole en el claro, como para encima ahora cargárnoslo sin una orden previa. Hyter nos mataría. Y el jefe más todavía”-. La voz desconocida sonaba mucho más suave que la anterior. Era de una persona más pausada sin duda, pero su eco fue igual de mortal para mi corazón. Sus palabras contenían un mensaje intrínseco, que me hacía enloquecer del puro terror que ello conllevaba. Querían matarme, y hablaban de Hyter en confianza. Eso solo podía suponer una cosa. Que me encontraba entre los testaferros una vez más. Uno de ellos debía ser a Jack, mi captor del pasado infortunio. Mientras que al último, no tenía la honra o la deshonra más bien, de conocerle.


Sentí como unos dedos buscaban mi pulso en la muñeca mientras unas pálidas risas socarronas reinaban en el ambiente. Parecía que a Jack, le había hecho mucha gracia las palabras de su compañero al que se dirigió con una bravuconería a la que estaba especialmente familiarizado con su hermano. - “Podrías ahorrarte el llamarlo “jefe”, Cameron. No creo que en vuestras comidas familiares trates a tu querido padre con tanta cortesía”-. Cameron, ese era el hombre que trabajaba para Henry y los demás como espías. ¿A caso tenía entonces, más esperanzas de sobrevivir de las que creía en un principio? No podía creerme el vuelco que daba a la situación esa información reveladora. Con él a mi lado podía no estar todo perdido. Podría sacarme de ahí como hizo la última vez. Pero había algo que me carcomía desde que Jack pronunció sus palabras. ¿Cómo es que Cameron era el hijo del jefe de los testaferros? ¿Acaso había alguien por encima del maniático de Hyter? La intriga me corroía por dentro, pero no debía dejar que me afectase más de la cuenta o sería descubierto. Sin más, intenté centrarme en sus voces, las cuales ya estaban en el cabecero de mi cama ignorando mi presencia consciente.
-“Déjate de gilipolleces. He dicho mil veces que no quería recibir ningún trato de favor. Yo soy solo uno más de los que están aquí. Llevo sirviendo a la orden desde que nací, sin que mi padre me haya ayudado en nada de lo que he hecho. Así que cierra tu estúpida bocaza de una puñetera vez, y ayúdame a levantarlo para que pueda beberse esto.”-.

No se como le sentarían a Jack sus palabras. Solo se que el silencio se hizo en la sala, mientras unas manos me enderezaban sin mucho esfuerzo hasta dejarme apoyado en el reposacabezas. Todavía no me sentía preparado para abrir los ojos y enfrentarme a esa dura realidad, por lo que permanecí inmóvil, ajeno a todo. Quería librarme del encuentro para poder pensar más claramente, una vez me hubiesen dejado a solas. Pero no pudo ser. En cuanto se dieron cuenta de que seguía dormido, una palma empezó a golpearme en la mejilla, haciendo que mi embustería llegase a su fin de manera forzosa. - “Venga, hombre espabila que no tenemos todo el día”- La voz de Jack parecía apremiante, como si necesitase librarse de esa tarea lo más próximamente posible. Así que sin más opción, entreabrí los ojos y los vi a ambos lados de mi cama, uno a cada extremo, mirándome con atención.

Visto de cerca, Jack parecía algo más bajo y menudo que Jason, pero por lo demás eran bastante confundibles. Llevaban el mismo estilo de peinado casualmente peinado de lado, con la misma forma ovalada al final, y atuendos de una persona adinerada, extraños en un ambiente de campo como este. Al otro lado estaba Cameron, el cual me sorprendió, pues no parecía pasar de la veintena. Cuando Peep y el resto me hablaban sobre él, me imaginaba a un hombre de mediana edad, estilizado a nuestra manera. Pero ahora que lo observaba, esa definición no podía estar más alejada de la realidad. El chico en cuestión, era una mezcla de delgadez y palidez, muy extraña por estos lares, sobretodo si lo comparábamos con los fornidos compañeros que tenía en su clan. Parecía más bien un chico asustadizo, que me miraba con sus grandes ojos oscuros sin saber muy bien que hacer conmigo. Eso hizo que mi jubilo se desalentara  hasta el más bajo de los límites. Acostumbrado a la determinación, y el esmero de los cazadores, no sabía muy bien como ese chico impresionado por la situación, iba a poder ayudarme en una situación así. Sabía que mis amigos tenían en él una confianza férrea, pero yo aun no acaba de verlo claro, y menos sabiendo que era el hijo del jefe de dicha organización.

Ambos esperaban que dijese algo. Al fin y al cabo, acababa de despertarme en medio de una conmoción en  la que lo último que recordaba era que me habían disparado a bocajarro en medio del bosque así que, para seguirles el juego y no levantar sospechas de que había escuchado más de la cuenta, acabe de incorporarme con más dificultad de la que necesitaba, y expuse roncamente - “¿D-donde estoy? ¿Qué ha pasado? ¿Quienes sois vosotros? ¿Y Henry? ¿Dónde está Henry?”- Miraba a ambos lados desconcertado en cierta medida, porque en realidad, mi preocupación por mis compañeros había estado ahí desde el primer momento en que abrí los ojos, así que cuando vi a Jack reírse de manera socarrona, me dio la sensación de que no había sido el único que había tenido problemas con ellos. - “Estás en el maldito infierno, extranjero. Pero no te preocupes, que dentro de nada te llevamos con tu querido Henry para que os hagáis compañía mutuamente, como buenos amiguitos que sois”- Se veía que la crueldad de Jack era su mayor virtud. Puesto que estaba dándome unas buenas razones para pensar que nos tenían preparado algo tremendamente horripilante a Henry y a mi, en esta clase de casa. Esperaba sinceramente, que el chico que miraba a Jack de manera claramente despectiva, hubiera puesto a Henry algún tipo de seguridad mientras estaba conmigo. En cuanto se largasen, ya me encargaría yo de ir a buscarle para sacarle de aquí. Pero de momento todo estaba en sus manos.

Cameron no incluyó nada a las palabras de Jack, simplemente acercó un vaso hacia mi pecho y con una voz increíblemente suave, me dijo - “Ten, bebe un poco de agua. Durante la noche has perdido mucha sangre. Necesitas hidratarte para que puedas recuperar tus fuerzas, y ponerte en pie de nuevo”-.Lo tomé, y en el momento en que lo vacié me di cuenta de que algo no iba bien. Su sabor no era al que estaba acostumbrado, era como si una acidez latente se fundiese en el agua haciéndola pasar inadvertida al principio, pero inevitablemente palpable después. Me quedé confuso intentando descifrar el sabor que acababa de resbalar por mi garganta, cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe, revelando una inesperada visita de lo más desagradable. - “Vaya, vaya. Parece ser que volvemos a encontrarnos señor Sikorski”- El doctor Hyter estaba al otro lado del umbral con su inconfundible bata blanca, y sus gafas redondeadas bien pegadas a sus ojos. Me quedé atónito. Era como volver a revivir la pesadilla más espantosa que jamás había tenido. Estaba otra vez en manos de Hyter, con mi vida a su merced. No podía salir nada bueno de todo eso.


Entró con paso seguro en la habitación ignorando mi tensa mirada, y se dirigió rápidamente hacia sus compañeros. - “Veo que le habéis despertado con éxito. Muchas gracias muchachos. Ya tomo yo el relevo a partir de este momento”-. Hyter se dispuso a quitarme el vaso de la mano pero con un rápido movimiento, que no me esperaba de una persona como él, Cameron se adelantó, y retiró el vidrio de mi posesión antes que su compañero. - “Tranquilo Hyter, ya me encargo yo de esto”-. Levantó el vaso a modo de señal, y salió abruptamente por la puerta, seguido de Jack que parecía tomárselo todo con más calma. En cuanto la puerta se cerró tras ellos, el doctor Hyter comenzó a pasearse por la sala con una tensa tranquilidad que no lograba disimular su animadversión hacia mi persona. - “Bueno señor Sikorski, parece que ha desarrollado usted un don para librarse de la muerte que muchos desearían”-. No me miraba, ni si quiera situaba la cabeza hacia mi dirección, simplemente hablaba a las paredes mientras me rodeaba con sus idas y venidas, sabiendo a ciencia cierta que no me estaba perdiendo detalle de ninguna de sus palabras. - “Desprende usted, como un aura de desamparo que hace que las personas que lo rodean se rasguen las vestiduras para protegerle. Es realmente increíble”-. No sabía que decirle, o que hacer. En cierta medida me estaba manteniendo en silencio dadas mis pocas posibilidades de salir con vida de este lugar, pero también en parte porque sabía que sus palabras, aunque increíblemente crueles, eran veraces también. En los meses que llevaba en este pueblo apartado de la buena voluntad divina, había superado innumerables peligros gracias a mis amigos, los cuales habían arriesgado sus vidas sin dudarlo, para protegerme. Era algo de lo que me sentía gratamente agradecido así que, sin importarme su reacción por primera vez desde que lo conocía. Le miré directamente y le expuse sin demora - “Tiene usted razón. Mi vida aquí ha sido tocada por la buena fortuna, pero no ha sido gracias a la pura suerte como ha insinuado hace un rato. Ha sido gracias a mis amigos que no han dudado en ningún momento en darme su incondicional apoyo”-. Mis palabras hicieron que se detuviera para observarme con una gélida mirada que haría helar por completo hasta al más caluroso de los desiertos. En silencio se acercó a mi lecho, con un paso lento pero firme, y en cuanto estuvo a mi lado, me sujetó las muñecas con sus grandes manos, en un intento más que intimidante, de tenerme bien agarrado. - “No te hagas el valiente, Tomek. Podría matarte en este mismo instante”- Sus formalidades habían desaparecido, dejando al descubierto su verdadero ser. Me mantuve firme, sin mostrar el terror que invadía mi cuerpo al sentir como la presión de mis muñecas iba en aumento. - “Podría haberte matado la primera vez que te encontramos inconsciente en la cabaña de los cazadores. Es más, de haber sabido toda esta situación, te hubiera pegado un tiro en ese mismo instante”- La presión en las muñecas continuaba aumentando, y yo ya me encontraba al borde de la desesperación cuando expuso - “Pero mereció la pena esperar. Porque quien me iba a decir a mi que intentando pescar a una cría en el rio, iba a acabar pescando a un tiburón del océano”- Su sonrisa se enanchó dejándome entrever que algo no había ido como esperábamos en un principio. Temí por todos, y por cada uno de mis amigos que me habían dedicado todo su tesón. Necesitaba saber cuanto antes, que había pasado con ellos, por lo que con voz entrecortada, y claramente nerviosa, le pregunté simplemente. -“¿Qué quieres decir?”-. Temiendo que mi pregunta me hundiese al averno de la desolación.

Hyter sonrió disfrutando con el espectáculo, sabía que lo que iba a decirme marcaría un antes y un después en mi vida. Por lo que sin soltarme, y con la misma voz mordaz con cierto ligero tono de triunfo no tardó en exponerme. - “Lo que quiero decir, es que gracias a tu intento de fuga de la pasada noche, conseguimos dar en ofrenda a alguien mucho más valioso que tu propia existencia. ¿Quieres saber de quien se trata?”- Sabía que estaba jugando conmigo, con mis emociones, con mi raciocinio entero. Era como atraer al ratón con un trozo de queso para después degollarle el cuello mientras lo comía. Yo era el ratón, y el nombre de la victima el queso. Ambos lo sabíamos. Sin embargo, la incertidumbre por el bienestar de mis amigos era tal, que no me importaba nada de eso. Solo quería saber quien había sido la pobre alma que había pagado por mis pecados. Por lo que, asentí en silencio a sus palabras esperando al veredicto que me hundiría en la más profundas de las miserias. - “Fue tu querido amigo Henry Jameson”-.
Continuará...
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